lunes, 21 de septiembre de 2009

Lo que dijeron las estrellas en el ojo de un sapo

Ernesto Lumbreras


30
Allá, donde amanece con muchos saltamontes, quedó esperándome tu voz.

58
Filosofía de flor que está muriendo.

59
Algo había de ti en ese loco amor que me puse a pensar en una orquídea colocada en el último peldaño de una escalera.

60
Como el nonato que sueña dentro de un arroyo de crisálidas, me dejo arrastrar por una neblina amarga.

61
Ofrecer ese soplo, sacarlo de un ahí donde ya estaba en forma de deseo o potencia, y disponerlo como una flama sobre la vela, como una sombra sobre la luz.

62
En el temor de mi Dios, descubro altas espigas picoteadas al vuelo por un zorzal. Sintiendo en mi espalda sus ojos de diamante, desde mi nacimiento, no ceso de atravesar la primera noche del diluvio acompañado de un perro color ceniza.

63
¿Oyes la noche dentro del ojo? ¿Oyes al relámpago tocar la puerta de una casa de sombras?

64 (LOROS CRESTA AMARILLA)
Lengua de un dios menor son estos pájaros. Abren su caballería a todas las voces. El turbio lagrimal de la celosía los desquicia. Guardan en su memoria un ábaco o un terrón de azufre. Los ángeles sin posesión dan lucidez al huracán que ocultan.

66 (FOIE GRAS)
Turba de ir y venir con un hisopo. Me pesa contradecirme en los rápidos del río. Desde luego, el trombón de estas aves moja mis pensamientos. Lo que incendié en la sombra vuelve a nacer, ahora mismo, en la respiración tribal de esas comadronas persiguiendo la voluntad de Dios.

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